Correr nunca ha sido una de mis aficiones pero hace 2 años, en abril de 2008, y con motivo de la oposiciones de profe de secundaria comencé a salir a correr para despejarme un poco después de estudiar. El primer día fueron 23 min y las agujetas que tuve fueron de libro. Poco a poco fui mejorando y comenzó ese estado en el que sales a correr aunque no tengas muchas ganas por aquello de no perder la poca forma que has conseguido. Y así es como llegué a mi primera carrera popular “

Y así es como llegamos al día 25 de abril a la salida de nuestra primera Maratón. Después de unos meses de duros entrenamientos, y tras superar varias lesiones que me tuvieron hasta la misma semana de la maratón con dudas de si podría correr, comenzamos
La Casa de Campo la conozco con la palma de mi mano (y no vale a hacer el comentario típico) y ya sabía yo que se iba hacer dura. Dani comenzó a sufrir y me dijo que tirara solo pero preferí seguir con él. Y menos mal que fui a su ritmo porque es posible que si no hubiera sido por eso no hubiera acabado. Sufrimos juntos hasta el 30 en el que comencé a encontrarme algo mejor después de acabar unos cuantos kilómetros de subida. Además en ese momento apareció mi hermano que se había descolgado y eso me hizo animarme mucho.
Para el km 30 Dani se paró a estirar y yo preferí no parar y esperarle bajando el ritmo pero después de varios kilómetros no me enganchó.
Al final llegué al peor repecho del recorrido solo.
La subida del Lago de la Casa de Campo al Paseo Extremadura era muy dura pero aquello parecía la subida al Tourmalet del Tour. Había miles de personas animando que apenas dejaban espacio para correr.
Mi hermano no me quitaba ojo y por fin las fuerzas regresaron un poco a las piernas. Entré en el Retiro y ya parecía que si iba a ser capaz de acabar. A escasos 500m de meta comencé a escuchar que alguien gritaba mi nombre y cuando fui capaz de mirar reconocí a Miguel Gil.
Él todavía no sabe lo que ha significado que estuviera allí animando.